¿Qué puedo hacer yo?

 

Aquella tarde determinó el resto de mi vida, todo cambió. Era una relación laboral con los roles y la jerarquía muy bien situada por mi parte. Sus palabras me taladraron, me rompieron, toda aquella confianza depositada y la creencia de que mi trabajo estaba siendo valorado se quebró. Era una jornada en la que la acumulación de trabajo motivó a que lógicamente el horario laboral se prolongase. Sin cuestionarme el tener que alargar mi tiempo de trabajo, me centré en las tareas hasta dejar todo entregado en los plazos que se habían acortado inesperadamente.

Al terminar, llamé suavemente a la puerta de mi superior para dar cuenta del trabajo hecho, comunicar que estaba para enviar y que me marchaba. Escuche: “adelante”, y abrí la puerta, sin tomar otra posición que la de poder comunicar el fin de lo encomendado. La cara que tenía enfrente mostraba un semblante tenso, con la frente fruncida. Rápido detecté que no iba a recibir precisamente un agradecimiento, aunque lo que tampoco esperaba era una respuesta agresiva, desproporcionada e irracional. Aquellas palabras afirmando su posición superiormente laboral a la mía, el desprecio hacia mi persona sin motivo y la explosión de ira me hizo ver que tenía delante una persona que era capaz de daña gratuitamente a cualquiera valiéndose de su “sillón”.

Para ser jefe hay que saber ser líder y primero tener claro que como empleados públicos tenemos unos principios éticos y de conducta que respetar.

Me sentí totalmente humillada, maltratada. No entendía nada. La falta de lógica en aquella reacción me hizo ver que tenía varios caminos, pero no podía continuar aguantando ese trato.

Son situaciones que todos conocemos y cuando las escuchas en boca de los demás muchas veces pones en juicio la veracidad de tales palabras. Cuando lo sufres en tu propia persona colocas piezas de muchos puzzles que nunca supiste situar.

El trato discriminatorio en el ámbito laboral, y en concreto en la Administración Pública es un hecho evidente, pero al igual que otros casos de maltrato se sigue ocultando por miedo a las consecuencias.

Mi reacción y solución fue solicitar traslado en el primer concurso y alejarme de aquella figura de la que no sólo yo fui víctima. Poco a poco, el departamento se ha ido vaciando, la cobertura de las plazas se ha producido con empleados en prácticas o primeros destinos.

A través de este medio, quiero aprovechar para apoyar a quienes hayan pasado por alguna situación similar e instar a quien corresponda que se valoren los perfiles de personalidad, la capacidad de ejercer un liderazgo eficaz y de crear equipos en los que nadie tenga que huir por tratos que exceden de los límites del respeto.

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